La robotización crece sin parar en el sector de la industria. Esto es especialmente significativo en las plantas de ensamblaje de la automoción, donde ejércitos de robots montan los vehículos en tiempo récord y con cero defectos. Pero, contrariamente a lo que se pudiera pensar, los robots no acabarán con el trabajo de la gente a pie de línea de montaje. De hecho, a lo que nos encaminamos en las líneas de producción es a una integración total hombre-máquina. Tanto es así que hace tiempo ya que se está probando con éxito la utilidad de acoplar un robot al cuerpo del trabajador industrial. Es lo que se conoce como exoesqueleto o exotraje, algo así como una ‘servoarmadura’ que se adhiere a la espalda, brazos y piernas del operario, y que le permite levantar y manipular piezas pesadas, reduciendo así su esfuerzo, fatiga y lesiones. Parece ciencia ficción, pero estos SuperEPIs para trabajar como máquinas ya están aquí y vienen para quedarse.
El hombre moderno se siente insatisfecho con las limitaciones de sus capacidades físicas y la fragilidad de su carne. Por eso reemplazamos partes de nuestro cuerpo con sustituciones y extensiones técnicas: que si gafas y lentillas para los ojos; que si empastes, puentes y dentaduras postizas; que si prótesis de rodillas y de caderas; que si marcapasos para el corazón… Y ahora llega a la industria el exoesqueleto con superpoderes para poder trabajar como un Ironman.
Puede que esto del `trabajador biónico’ parezca algo salido de una película de ciencia ficción, pero lo cierto es que la gran industria lleva ya tiempo experimentando con la robotización humana. No en vano los exoesqueletos no son una tecnología nueva: su desarrollo nace en la década de 1960, principalmente con fines militares. Y en la actualidad, no son pocas las grandes compañías de la automoción, del metal o del naval que están probando entre sus operarios la utilidad de estos Equipos de Protección Individual (EPIs) 4.0 en sus procesos productivos.

Exotrabajador en la línea de producción del Seat León de Martorell
El exoesqueleto consiste básicamente en un armazón externo que se adhiere a espalda, brazos y piernas del trabajador, lo que le facilita la realización de determinadas tareas, pues consigue que pueda mantener durante más tiempo posturas forzadas y soportar peso de forma ergonómica y, aparentemente, sin esfuerzo.
Estas fundas de trabajo robotizadas están hechas con fibra de carbono, titanio y otras técnicas de diseño y fabricación que las hacen ligeras y resistentes. No dan calor, y pueden ser activas (con motores o hidráulicos) lo que proporciona parte de la energía que necesita el operario de la línea de montaje para moverse y realizar su trabajo, o pasivas, y están indicadas sobre todo para poder levantar y manipular piezas que de otro modo resultarían demasiado pesadas.

Exotrajes
Así pues, los exotrajes industriales ayudan a reducir el estrés de los trabajadores y facilitan la ejecución de trabajos físicamente exigentes. Refuerzan la espalda y los hombros de quien lo utiliza, trasladando el peso hacia las caderas y reduciendo la tensión y el esfuerzo de movimientos repetitivos que pueden pasar factura al cuerpo a lo largo del tiempo. A la postre, evitan el riesgo de numerosas lesiones, que son las que en el sector industrial suelen disparar las cifras de bajas laborales. Por lo tanto, la idea de los exoesqueletos no es dar a los trabajadores una fuerza sobrehumana, sino evitar lesiones y absentismo.

Los exoesqueletos son robots que ayudan a los humanos a trabajar en lugar de humanos haciendo el trabajo de los robots
Compañías de robótica estadounidenses como Ekso Bionics y SuitX están impulsando sus respectivos proyectos de trajes de exoesqueleto motorizado, no sólo destinados al trabajo industrial sino también con fines terapéuticos (para ayudar a paralíticos a caminar) y militares. También en España el Centro Tecnológico de Automoción de Galicia (CTAG) ha empezado a diseñar prototipos para estudiar la viabilidad de llevar estos exotrajes a las factorías gallegas.
El principal inconveniente de estos exoesqueletos es su elevado precio, que va desde 3.000€ a más de 6.000€ la unidad. No es de extrañar que de momento se vean pocos exotrabajadores en las plantas de producción. Hay que añadir, además, que estas servoarmaduras todavía están en fase de pruebas, con diseños de los primeros prototipos, por lo que difícilmente se puede por ahora concretar cuándo llegarán de forma masiva a nuestras fábricas. Pero de lo que no tenemos ninguna duda es que más pronto que tarde su uso acabará siendo una realidad cotidiana y generalizada en los trabajos industriales.